Pocas veces la inauguración de un auditorio había levantado una expectación semejante. El edificio para la música diseñado por Santiago Calatrava en Tenerife, al lado del mar, es, en primer lugar y visto desde fuera, una enorme escultura. Su interior catedralicio permite un juego lúdico en las relaciones entre arquitectura y música. La acústica es, en una primera impresión, nítida, transparente, aunque no especialmente brillante en la franja de sonidos más fuertes. El punto de partida es, en cualquier caso, francamente bueno. Con pequeños ajustes se optimizará, sin duda, la calidad del sonido. El barco con forma de pájaro de Calatrava alzó las velas con decisión anteayer. El viento estaba a favor. Y Tenerife fue una fiesta, con el príncipe Felipe de invitado de honor.