Se inauguró ayer el único tramo que quedaba por finalizar, los 6 kilómetros entre Arrasate y Eskoriatza. Ha requerido la inversión de 700 millones de euros y está llamada a ser la alternativa a la saturada N-I.
DV. Gipuzkoa y Álava están conectadas desde ayer por una autopista moderna y segura. Una infraestructura de última generación que está llamada a convertirse en un eje europeo de primer nivel. El puerto de Arlaban ha pasado a la historia, como ocurrió con el de Azpiroz tras la apertura de la autovía de Navarra.
Como todas las grandes obras que se acometen en Gipuzkoa, los inicios de la AP-1 fueron polémicos. En la actualidad, nadie duda de que su ejecución ha sido un acierto. El territorio, especialmente el valle del Deba, dispone por fin de una salida a la meseta sin los inconvenientes de la obsoleta N-I, aunque eso sí, resulta obligado pagar peaje.
Han hecho falta diez años para culminar la que, en palabras de los responsables forales, ha sido la obra pública «más ambiciosa de su historia». Seguro que se trata de una hipérbole (ahí están los túneles del ferrocarril bajo el Aitz-korri en el siglo XIX), pero sí es cierto que esta autopista elimina la muralla física que separa Gipuzkoa de la Llanada alavesa. De hecho, el efecto que se produce al cruzar el túnel de Izuskitza (3.407 metros) es el mismo que se percibe cuando se entra en la autovía de Navarra por Dos Hermanas. El clima y el paisaje cambian de golpe.
La construcción del primer tramo (Eibar-Bergara) comenzó en 1999. El último, Arrasate-Eskoriat za, se inauguró ayer. El acto de apertura de este último tramo se realizó en las inmediaciones del viaducto de Arbizelai (408) metros, un puente atirantado que no pasa desapercibido.
La inauguración reunió a los tres diputados generales bajo cuyo mandato se ha ido construyendo la nueva autopista: Román Sudupe, Joxe Joan Gonzalez de Txabarri y Markel Olano. El primero de ellos, ya retirado de la política, rememoraba los primeros tiempos de arranque de la obra. «Recuerdo cuando planteé en el Consejo de Diputados (tripartito PNV-PSE-EA) la necesidad de ir haciendo una bolsa de dinero para iniciar el proyecto. Hubo algún diputado que no quería ni oír hablar de ahorrar partidas para un proyecto tan en el aire, pero al final se tomó la decisión. Y ahora estamos aquí».
Sudupe reconocía que la autopista se ha podido realizar gracias a quince años de recaudaciones récord de la Hacienda foral, en un contexto de economía boyante. «Esto es cierto -señala- pero también es verdad que debes tener las vela desplegadas para que les dé el viento».
Además de los diputados generales citados, también acudieron el consejero de Transportes, Iñaki Arriola; la presidenta de las Juntas Generales, Rafaela Romero; el diputado de Obras de Álava, Luis Zarrabeitia y la alcaldesa de Arrasate, Inocencia Galparsoro.
6,3 kilómetros
El tramo abierto ayer al tráfico ni es el más complicado ni el más caro de la AP-1, pero ha sido el último y le cabe por tanto el honor de poner el broche final a la obra. Desde la cinco de la tarde de ayer, la Eibar-Vitoria se puede recorrer en toda su longitud.
El tramo Arrasate-Eskoriatza tiene 6,3 kilómetros y salva una abrupta orografía mediante dos viaductos (Arbizelai y Basagoiti) y los túneles de Gurutzetxiki, Izurieta y Apotzaga.
El coste ha sido de 185 millones de euros, una media de 30 millones por kilómetro. La obra se inició en enero de 2006 y ha sido responsabilidad de Dragados, Moyua, Geotúen y Obras Subterráneas.
Previamente, en Gipuzkoa se han abierto los tramos Maltzaga-Bergara (diciembre de 2003), Bergara norte-sur (julio de 2004), Bergara-Arrasate (julio de 2005) y Eskoriatza-Isuskitza (abril de 2009). Este último ha sido el más complejo, al incluir el túnel de carretera más largo de Euskadi (3.407 metros), una virguería tecnológica dotada de los más modernos sistemas de seguridad.
En la Eibar-Vitoria todo suena a gigantismo. Los 32 kilómetros de la autopista en Gipuzkoa recorren el valle del Deba entre Eibar y la muga con Álava, salvando una orografía muy accidentada mediante la construcción de 11 túneles y 12 viaductos.
Más de la mitad (17 kilómetros) del recorrido en Gipuzkoa se realiza bajo túnel o sobre viaducto, una solución que minimiza el impacto ambiental y que obliga a realizar un desembolso muy superior. La inversión realizada por la Diputación para construir el tramo guipuzcoano supera los 700 millones de euros. La autopista ha sido pagada íntegramente con el dinero de los guipuzcoanos: ni el Gobierno Vasco, ni el central, ni el europeo han puesto un euro.